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Apegos






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Teoría del Apego: evolución histórica y enfoque actual
Esta teoría ha contribuido a mejorar el entendimiento de los procesos de la personalidad y las diferencias individuales de los adultos.
fuente:  http://psicologialatina.com/

1. Introducción
Como individuos estamos continuamente emprendiendo nuevas relaciones, las cuales conducen a historias de experiencias personales e interpersonales que influyen en cómo pensamos y sentimos acerca de esas relaciones y cómo nos comportamos en ellas. Recientemente ha sido elaborada una teoría del apego para explicar estos procesos, básicamente la forma y el motivo por el cual establecemos nuestras primeras relaciones con personas significativas.
El primero en desarrollar una teoría del apego fue John Bowlby, en el año 1969 y posteriormente revisada en los años 1973 y 1980. Esta teoría ha contribuido a mejorar el entendimiento de los procesos de la personalidad y las diferencias individuales de los adultos, ya que la división de los 3 tipos de apego en niños, tendrían una correlación con variables importantes en la vida adulta, como lo son las características de personalidad, la forma en que establecemos relaciones interpersonales y características de los procesos cognitivos y emocionales.
2. Definición del concepto de apego
Las teorías del apego parten de la propensión de los seres humanos a formar fuertes lazos afectivos con personas determinadas. Por apego se entiende el lazo afectivo que se forma entre el niño y su figura materna ( Ainsworth, 1978). Este vínculo se infiere de una tendencia estable a lo largo del tiempo de buscar proximidad y contacto con esta figura específica.
Para Bowlby el apego es una conducta instintiva, activada y modulada en la interacción con otros significativos a lo largo del tiempo. Define el apego como un sistema de control, un mecanismo que adapta la conducta a la consecución de fines determinados por las necesidades del momento. Así el deseo del niño de proximidad o contacto con la figura de apego no es constante, sino que depende de factores endógenos y exógenos ( miedo del niño, o situaciones potencialmente peligrosas). Si el niño se siente amenazado, buscará la seguridad que le brinda la proximidad de su figura de apego; si no, se dedicará a explorar el ambiente.
3. Encuadre teórico
La experiencia de Bowlby como psiquiatra infantil consolidó su creencia de que la psicopatología se origina en experiencias reales de la vida interpersonal, lo que contrastaba con el énfasis kleiniano en la prevalencia etiológica de la fantasía y de procesos autógenos e intrapsíquicos.
Observó que las madres de niños neuróticos tendían a desplazar la hostilidad que originalmente iba dirigida a sus propios padres, hacia sus hijos, y que tendían a satisfacer necesidades afectivas previamente insatisfechas haciendo a sus hijos demandas excesivas e inapropiadas.
Su trabajo en la Clínica Tavistock de Londres, de la que fue responsable del Departamento de niños ( que luego redenominó como Departamento para niños y padres ) desde 1946 a 1956, le confirmó la idea de que la continuidad de los cuidados maternos es esencial para el bienestar psicológico de los niños pequeños.
Su monografía “Los cuidados maternos y la salud mental” ( 1951) supuso mejoras importantes en el cuidado de niños en hospitales e instituciones residenciales.
Basó su abordaje en el pensamiento psicoanalítico, pero desechó la metapsicología tradicional, sustituyéndola por un nuevo paradigma que se basaba en la psicología evolutiva y en la etología.
Cuestionó algunos supuestos del psicoanálisis, sobre todo el hecho de que el vínculo medre-hijo se deba a las necesidades orales del niño sin tener en cuenta la especificidad de la relación.
Se interesó por los estudios de Harlow sobre monos pequeños, que mostraron que la conducta de búsqueda de proximidad era independiente del deseo de ser alimentado.
Bowlby concluyó que la tendencia del niño a formar un vínculo fuerte y fundamental con una figura materna forma parte de una herencia arcaica, cuya función es la supervivencia de la especie y que es relativamente independiente de la oralidad o la alimentación.
Luis Juri dice: “ No es de sorprender que a Bowlby se le ignorara o rechazara; se cargó nada menos que la teoría freudiana de los instintos!”
En 1957 presentó “La naturaleza de la relación afectiva entre el niño y su madre”, comenzando a desarrollar su nuevo paradigma psicoanalítico, con un lenguaje biológico y evolutivo, explicando cómo varias respuestas instintivas del niño (succión , llorar, sonreir, etc) se organizan en la conducta de apego con respecto a una figura maternal específica durante la segunda mitad del primer año de vida.
En “La angustia de separación” señala que la teoría psicoanalítica tradicional no llega a explicar la intensidad del apego del niño a la figura materna ni las dramáticas respuestas de los niños a las separaciones, y sugiere que la excesiva angustia de separación está facilitada normalmente por experiencias y una comunicación familiares adversas que hacen que el niño se sienta inseguro en sus relaciones básicas de apego.
No sólo desafió la metapsicología tradicional del psicoanálisis sino que también soslayó el rol de la sexualidad y del complejo de Edipo, cuestionó la noción de fantasía inconsciente, y no se ocupó con mucho interés del simbolismo. Muchos analistas no podían entender por qué ponía tanto énfasis en las experiencias reales del paciente.
Bowlby afirmó claramente que no tenía dificultad en aceptar los puntos de vista estructural, genético y adaptativo, pero no adoptó el dinámico ni el económico.
Postulados de la metapsicología freudiana:
dinámico: punto de vista que exige postulados relativos a las fuerzas psíquicas involucradas en determinado fenómeno.
Económoco: exige postulados relativos a la energía psíquica involucrada en el fenómeno.
Estructural: exige postulados relativos a las configuraciones (estructuras) psíquicas estables comprendidas en el fenómeno.
Genético: exige postulados relativos al origen psíquico y desarrollo de un fenómeno.
Adaptativo: exige postulados concernientes a la relación entre el fenómeno y el ambiente en que se produce.
Así su idea de apego como una forma de conducta pulsional cumple los siguientes requisitos conceptuales:
la conducta de apego sigue un modelo reconocible y un curso predecible en todos los seres humanos: se activa usualmente por condiciones específicas y es concluida por otras.
Tiene una función para la supervivencia
Sólo puede funcionar de forma efectiva dentro de un sistema social, y a su vez forma parte de él.
Los patrones pulsionales están generalmente relacionados entre sí, de modo que la coordinación tiene como resultado una forma de comportamiento. ( ej: el sexo y el apego).
Bowlby difiere del modelo de Freud en :
Para Freud el apego es secundario con respecto a las gratificaciones oral y libidinal, y Bowlby lo considera primario y con su status propio.
En Freud el niño se halla en un estado de narcisismo primario, cerrado con respecto a los estímulos del mundo externo como un pájaro en su huevo (Freud, 1911). En el modelo de Bowlby, el individuo está activamente comprometido desde el principio en un contexto intersubjetivo que requiere respuestas recíprocas.
Para Freud la conducta pulsional es activada por una carga de energía que, una vez incrementada hasta cierto nivel, necesita descargarse. En Bowlby la conducta pulsional es activada tanto por condiciones internas como externas cuando la función que cumple es requerida.
La tesis de Bowlby consiste en designar sistemas motivacionales ( o conductuales) para promover la satisfacción y regulación de las necesidades básicas ( siendo la prioritaria la búsqueda de protección por personas específicas).
El organismo organiza sistemas conductuales o conjuntos funcionales, como:
el sistema de apego
de afiliación ( a grupos)
de alimentación
sexual
exploratorio
Cada uno sirve a una función biológica particular.
4. Desarrollo de la teoría del apego
Podemos decir que hay tres fases fundamentales en el desarrollo de esta teoría:
1ª) Bowlby en 1952 se centra en la teoría de la evolución y realiza estudios sobre hospitalizaciones y separaciones. Postula que hay tres etapas por las que pasan los niños tras las separaciones, a saber, protesta desesperación y desconexión.

  Propuso que debería realizarse un enfoque más prospectivo y observacional que permita a los teóricos y los investigadores trabajar hacia delante desde un acontecimiento particular, bien específico, hasta sus secuelas. Escogió como punto de partida particular las respuestas de los niños que habían sido separados de sus padres y colocados en entornos no familiares tales como hospitales y residencias infantiles.  Las secuelas de tales separaciones “traumáticas” incluyeron no sólo la aparición de ansiedad y ambivalencia con respeto a las personas previamente queridas sino, también, eventualmente un estado de desapego (indiferencia) en el cual se reprimían tanto sentimientos afectuosos como hostiles.

2ª) Mary Ainsworth encabezó la segunda fase del desarrollo de este campo con sus observaciones naturalistas intensivas de la interacción entre la madre y el niño en los hogares de Kampala, Uganda (Ainsworth, 1967), y de Baltimore, Maryland (Ainsworth et al, 1978). Desarrolló el procedimiento de laboratorio conocido como la situación extraña (SE), un diseño experimental para mostrar la universalidad del apego, pero sorprendentemente lo que mostró fue diferencias individuales.  Aquí se usaban las respuestas del niño frente a separaciones muy breves de uno de los padres, y reuniones con él, para clasificar la organización de su apego al padre como seguro, evitativo, o resistente/ ambivalente .

La organización segura se encontró que era predecible a través de la sensibilidad de la madre a las señales del niño y las comunicaciones en el hogar, mientras que las dos formas de organización de apego inseguro – evitativo,  y el ambivalente/resistente – estaban relacionadas respectivamente con rechazo materno y falta de predictibilidad .

Sorprendentemente, Ainsworth descubrió que las respuestas desfavorables en la forma de la reunión con los padres, que previamente se habían asociado con niños de dos y tres años de edad que habían tenido separaciones importantes, podían aparecer en niños de doce meses que no habían sufrido separaciones, como resultado del estrés acumulativo (Kriss, 1956; Sandler, 1967), impuesto por una respuesta materna limitada o impredecible.

Los hallazgos de Ainsworth fueron recibidos con gran entusiasmo y los investigadores (particularmente Sroufe y Egeland en Minnesota), empezaron a realizar estudios que empezaban, en vez de acabar, con la situación extraña.  Los niños que habían estado seguros con sus madres en la situación extraña durante la infancia, mostraron tener relaciones más favorables con sus compañeros y con los profesores ( Weinfield et al., 1999).

3ª) Mary Main abre “un movimiento hacia el nivel de la representación” (Main, Kaplan, y Cassidy, 1985). apoyándose en una serie de películas sobre separaciones desarrolladas por James y Joyce Robertson (1967-1972), que demostraban que niños de 1-2 años, quienes, con toda probabilidad nunca habían sido significativamente rechazados, podían evitar a sus madres en base a cambios en procesos mentales o emocionales que tenían lugar en la ausencia de interacción.

A Mary Main  le llamó especialmente la atención la película “Thomas”, en la cual a un niño de dos años que había disfrutado de una relación previamente armoniosa con su madre, se le presentó una fotografía de ella durante su ubicación en una familia de acogida, durante un período prolongado. Al principio Thomas besaba y acariciaba la foto.  Varios días más tarde, sin embargo, daba marcha atrás al verla, mirando hacia abajo y se distraía con un juguete que llevaba. En respuesta a una presentación final de la foto de su madre, Thomas activamente volteó la espalda con una expresión de ansiedad.  Como una fotografía no puede “comportarse,” no puede decirse que pueda haber despertado las reacciones cambiantes de Thomas.  Como Thomas además no había visto a su madre durante este periodo, el desarrollo gradual de la evitación de la foto tiene que haber incluido aspectos de cambios en su relación imaginada.

Main crea entonces la Entrevista de Apego para el Adulto ( EAA), que consta de 15 preguntas, o 18 para los que tienen niños. No se valora el apego de un adulto respecto a una figura actual sino un estado de la mente en relación a la historia global del apego, y nos indica si la conciencia con respecto a este aspecto de la historia personal está razonablemente bien integrada o no.

La predicción del cuidado del niño a partir de la EAA depende no de la historia de la vida del padre, sino de la forma en que es contada.

Se identifican tres tipos de apego adulto: seguro-autónomo, devaluador y preocupado.

Es útil para predecir sensibilidad parental y la conducta del hijo en la situación extraña ( Fonagy, 1991). Es fácil de aplicar a partir de los 10 ó 12 años.

Se sabe que los interlocutores capaces de mantener un discurso coherente y cooperador mientras describen y evalúan sus experiencias tempranas relacionadas con el apego suelen tener hijos seguros.

Mientras que los adultos del tipo desentendidos del apego igual que los niños evitativos parecen enfatizar que “todo va bien”, los índices fisiológicos de activación neurovegetativa y de estrés están significativamente elevados ( Sroufe y Waters, 1977).

5. Pautas de apego
El modo en que los padres se relacionen y traten a un niño durante la primera infancia determinará la pauta de apego que éste desarrolle, las cuales según Ainsworth (1971) pueden clasificarse en tres grupos principales, relacionadas a su vez con las condiciones familiares que las favorecen:
Pauta de apego segura, dada por las circunstancias en las que un niño puede recurrir a sus padres en busca de apoyo y cuidado, de modo accesible, frente a circunstancias adversas. Esta pauta favorece la exploración del entorno, permitiendo el desarrollo del juego, el contacto con los pares y las actividades sociales, sin presentarse la necesidad de proximidad continua. Para ello la madre especialmente tendrá que poder captar las necesidades del niño, garantizándole la seguridad del cuidado en caso que lo necesite. Han gozado de experiencias coordinadas, sensibles, raramente sobreestimulantes y en las que el cuidador es capaz de restablecer la tranquilidad.
Ante la SE estos niños exploran rápidamente en presencia del cuidador, muestran ansiedad ante un extraño y lo evitan, se angustian cuando el cuidador se va, buscan contacto cuando éste vuelve, calmándose y volviendo a la exploración.
Contrariamente a ésta se puede desarrollar una pauta de apego ansioso-resistente ( también llamada ambivalente), frente a la cual el individuo se encuentra inseguro por la ambigüedad del vínculo con el progenitor, quien en ocasiones se encuentra accesible y colaborador y en otras distante y rechazante. Los sentimientos y amenaza de abandono favorecen este tipo de relaciones generando fuerte ansiedad e irritación por quien la padece y obstaculizando la posibilidad de exploración del entorno.
Estos niños subregulan su afecto e incrementan la expresión de malestar en un intento de aumentar la respuesta del cuidador. Hay un bajo umbral para la amenaza y el niño está preocupado por estar en contacto con el cuidador pero, simultáneamente, está frustrado aún cuando este contacto esté disponible
Este tipo de apego se asocia con un patrón de cuidado insensible e inconsistente aunque, a veces, pueda haber muestras de sensibilidad, en función del estado de ánimo de la madre. Quizá no suelen atender sus señales, pero sí quieren interactuar justo cuando el niño está implicado en otras actividades.
Ante la SE limitan su exploración y juego, resultan altamente perturbados por la separación, mostrando gran dificultad para reponerse ( lloran o molestan), no bastando la presencia del cuidador para calmarlos y persiste durante bastante tiempo la ansiedad y la rabia.
La pauta de apego ansioso-evitativa (o elusiva) se caracteriza por la falta de confianza por parte del individuo frente a la posibilidad de encontrar cuidado y apoyo de otras personas ya que espera ser relegado. Esto puede generar posibles dificultades en el desarrollo de la personalidad, propiciado por los constantes rechazos de la madre hacia el niño, en situaciones de necesidad y desvalimiento por parte de éste. Han sufrido experiencias en las que no se les ha calmado o han sido sobreestimulados por conductas parentales intrusivas e intensas, manteniendo poco contacto físico con el hijo.
Este patrón muestra una adaptación del niño para mantener una organización conductual y, al mismo tiempo, mantenerse próximos a una figura rechazante y avasalladora. Su expectativa es que la interacción con la madre resultará aversiva y/o decepcionante. Estos niños sobrerregulan su afecto y evitan situaciones perturbadoras.
Ante la SE responden con menos ansiedad ante la separación; pueden no buscar al cuidador cuando vuelve y no preferir al cuidador más que al extraño.
La pauta de apego desorganizado o desorientado se ha identificado en estudios recientes en niños que han tenido un cuidador al que temían y que les reaseguraba al mismo tiempo (conflicto entre el temor y el apego). Parece guardar relación con alguna experiencia traumática de apego de la madre durante su infancia o etapa adulta que aún no ha resuelto. Main lo relaciona con los temores no resueltos de los padres que los transmiten al hijo con una conducta temerosa o atemorizante. Se encuentra una severa desatención y/o abuso sexual o físico.
Lo típico de este tipo de apego es la total ausencia de estrategias organizativas para afrontar el estrés. Estos niños respondían a la situación extraña con conductas raras como movimientos incompletos y sin dirección, lentitud de movimientos o movimientos asimétricos y a destiempo, notándose su incomodidad, dando golpes con las manos o la cabeza, y el deseo de escapar de la situación. Está asociado con madres con trastornos mentales graves o crónicos.
Entre madres depresivas, el apego inseguro era del 80% durante la primera infancia y del 87% entre los preescolares. Las depresivas moderadas y graves tenían un 40% de hijos con apego desorganizado.



Clasificación del Apego

Porcentaje
al 1 año

Respuesta a la Situación  Extraña

Apego seguro

60 - 70%

Explora con la madre en el salón; alterado con la separación; la recibe con alegría cuando regresa; busca contacto físico y consuelo al reunirse

Inseguro: evasivo

15-20%

Ignora a la madre cuando está presente; muestra poca angustia por la separación; se retira de ella activamente al reunirse.

Inseguro: resistente

10-15%

Explora poco cuando la madre está en el salón, y se mantiene cerca de ella; muy angustiado con la separación; resiste el contacto físico con la madre al reunirse, y se muestra ambivalente o con coraje.

Inseguro: desorganizado desorientado

5-10%

Confusión sobre si acercarse o evadir a la madre; sumamente angustiado con la separación; al reunirse actúa confundido y aturdido-parecido a la respuesta de acercarse-evadir en los modelos animales


6. Apego y esquemas de relación
A través de contactos sucesivos con el mundo exterior y de la consecuente capacidad de respuesta o disponibilidad de las figuras de apego, el niño construye modelos internos del mundo y de las personas significativas dentro de él, incluido él mismo, cada vez más complejos. Bowlby los llama modelos operativos internos y también se los denomina en la literatura como modelos internos activos.
Bowlby dice: “Cada individuo construye en su interior modelos operativos del mundo y de sí mismo y, con su ayuda, percibe los acontecimientos, pronostica el futuro y construye sus planes. En el modelo operativo del mundo que cualquiera construye, una característica clave es la noción de cuán aceptable o inaceptable aparece ante los ojos de sus figuras de apego.”Sobre la base de estos modelos pronosticamos cómo serán de accesibles y receptivas nuestras figuras de apego si les pidiéramos apoyo.
Los modelos operativos internos, una vez organizados, tienen tendencia a operar de forma automática, fuera de la conciencia. Nos afirma Bowlby que “no es raro que un individuo opere simultáneamente con dos ( o más) modelos operativos de sus figuras de apego y dos ( o más) modelos operativos de sí mismo. Cuando existen modelos múltiples de una misma figura de apego, probablemente difieran en cuanto al origen, la preponderancia y el grado en que el sujeto es consciente de ellos. En una persona que sufre un trastorno emocional es común encontrar que el modelo que más influencia ha tenido sobre sus percepciones y pronósticos y por lo tanto sobre sus sentimientos y comportamiento, es uno que se desarrolló durante sus primeros años de vida y que está construido de una forma bastante primitiva, pero del cual la persona misma puede ser relativa o completamente inconsciente; mientras que, al mismo tiempo, opera en él un segundo modelo quizá radicalmente incompatible, que se desarrolló más tarde, mucho más sofisticado, del cual la persona es más consciente y que puede erróneamente suponer que es dominante.”
Además, toda nueva información recibida es asimilada a estos modelos preexistentes. Por eso (automaticidad y asimilación) tienen tendencia a la estabilidad, aunque pueden ser modificados en determinadas circunstancias.
En una reciente aportación, Bartholomew y Horowitz ( 1991) identificaron dos componentes dentro de los modelos operativos internos:
la imagen de los otros, relacionada con la evaluación de la figura de apego como alguien disponible y en quien se puede confiar
la imagen del self, o evaluación de uno mismo como alguien que vale o no la pena y suscita, o no, el interés de los demás.
Desde este enfoque se distinguen cuatro tipos de apego:
Seguro, que aúna una idea positiva de sí mismo y una idea positiva de los demás
Evitativo-rechazante, con una idea positiva de sí mismo y una idea negativa de los demás
Preocupado, con una idea de sí mismo negativa y positiva de los demás
Evitativo-temeroso, con una idea tanto del self como de los otros negativa
Modelo del otro
Preocupado +
 Seguro
Modelo del

-Evitativo-Temeroso -Evitativo-Rechazantet self


De esta disposición de los sujetos a lo largo de dos dimensiones de intimidad y autonomía pueden deducirse diferentes estilos relacionales que determinan la forma en que las personas percibirán a, e interaccionarán con, personas significativas de su entorno.
7. Apego , identificación y percepción de los otros
Desde el punto de vista clínico es interesante entender cómo la percepción de los padres por parte de los hijos y la influencia que esta percepción ( los modelos o esquemas relacionales que ésta genera) tiene sobre las relaciones afectivo-sociales se refleja posteriormente en el adulto.
Una revisión de la literatura realizada por Sagrario Yárnoz apunta a que las personas tienden a imitar los patrones tanto cognitivos y emocionales como comportamentales de las figuras de apego, lo cual es interpretado como una identificación con dicha figura.
Ainsworth muestra que durante la infancia y parte de la adolescencia la primera figura de apego suele ser la materna. A partir de la segunda parte de la adolescencia, las figuras de apego cambian significativamente, adquiriendo los iguales una importancia cada vez mayor, hasta suplantar a las figuras parentales ( López, 1993).
Respecto a los padres, Levy, Blatt y Shaver (1998) examinaron la relación entre los estilos de apego mencionados y las representaciones de los padres, encontrando que los sujetos seguros tenían unas representaciones de sus padres caracterizadas por la diferenciación, elaboración, benevolencia y no punitividad. Las de los rechazantes estaban caracterizadas por un menor grado de diferenciación y mayor punitividad y malevolencia, de forma relativamente similar a la de los temerosos, mientras que los preocupados caracterizaban a sus padres como punitivos y benevolentes a la vez.
La percepción de la diferencia con respecto a los otros está regida por estrategias de regulación afectiva. Las personas con estilo de apego rechazante tienden a inflar su percepción positiva y a percibir a los demás como diferentes de ellas mismas. Sus intentos regulatorios para suprimir sus deficiencias personales contribuyen a ello.
Por el contrario, los preocupados, en su deseo de provocar el amor y la compasión de los otros, tienden a percibir a los demás como más similares a sí mismos que lo que en realidad son, con el objetivo de sentirse más unido y conectado a ellos. Tienen una escasa diferenciación con la figura materna, lo cual puede tener que ver con las características de su forma de relacionarse, que no son capaces de diferenciación por ansiedad sobre la disponibilidad de las figuras de apego (Mahler, 1984).
Los seguros, en cambio, tienen una visión más realista, tanto de sí mismo como de los demás, lo cual les permite regular los afectos sin una gran distorsión en sus representaciones mentales (Mikulincer y Horesh, 1999). Presentan una intensa identificación con figuras próximas de apego (López, 1993; Trinke y Bartholomew, 1997), resaltando la importancia de los pares como figuras de apego a partir de la adolescencia.
Las mujeres que tienen un tipo de apego seguro encuentran un reflejo de sí mismas y de cómo se perciben a sí mismas en amigas próximas. La identificación con figuras del género masculino es menor, lo que apuntaría a un self bien diferenciado en cuanto a su identidad de género.
Podemos pensar que la identificación con personas del mismo género está relacionada con la seguridad en las relaciones y la valoración del sí mismo. En este sentido las mujeres con un tipo de apego preocupado o temeroso (con una idea negativa de sí mismas) tienden a identificarse con figuras masculinas. Según Bartholomew los preocupados y temerosos comparten una dependencia hacia los demás.
En el tipo de apego temeroso no hay diferenciación de la figura del padre y la de la madre. Tienen una percepción negativa de ambos (Bartholomew, 1990), lo que nos lleva a la cuestión edípica, según la cual si la figura paterna y materna están percibidas de un modo indiferenciado, el sujeto no encuentra una buena ubicación con relación a sí mismo y a los demás.
Investigaciones recientes destacan que los temerosos, a pesar de la imagen negativa del self y de los demás que poseen, tienen en común con los seguros unos mecanismos de regulación afectiva más flexibles e integrados, menos defensivos y rígidos que los de los rechazantes y preocupados ( Levy, Blatt y Shaver, 1998). Los temerosos, aun teniendo una percepción negativa de sus padres, son capaces de diferenciarse de ellos (cosa que no pueden hacer los preocupados), de no idealizarlos tanto como ellos, y de no marcar una distancia defensiva con ellos, como hacen los rechazantes.
Para Parson (1994) la similitud entre los temerosos y los “seguros adquiridos” es grande: ambos relatan infancias difíciles, pero son capaces de tener una representación coherente de sus padres y de ser una base segura para sus hijos.
8. Apego, estrés, afrontamiento e indefensión
Según la concepción de Hans Selye acerca del estrés observamos que el modelo de pego evitativo/ansioso/ambivalente puede provocar comportamientos que conducen a la soledad o al aislamiento, situaciones que generen fuertes estados de ansiedad y estrés, o que provoquen estados de gran tristeza o depresiones.
Seligman (1975) estudia la indefensión, un "estado psicológico que se produce frecuentemente cuando los acontecimientos son incontrolables,” pudiéndonos llevar a una disposición cognitiva negativa en la que consideramos el éxito y el fracaso como independientes de nuestras acciones.
Este factor cognitivo también se relaciona con las estrategias de afrontamiento propuestas por Folkman (enfocadas en el problema, basadas en la emoción y en el significado).
El no desarrollo temprano de vínculos de apego expone a la persona a una mayor vulnerabilidad frente a relaciones interpersonales perjudiciales, reduciendo de este modo la capacidad de afrontamiento en situaciones de crisis.
El desarrollo de un vínculo de apego inseguro disminuye los recursos de afrontamiento frente a situaciones adversas.
9. Evidencias de la relación entre estilos de apego y otras características.
A) Estilos de apego y procesos cognitivos.
Bowlby sostiene que los estilos de apego afectan la codificación y organización de información acerca de eventos emocionales, figuras de apego y el sí mismo.
En cuanto a la hipótesis de que las personas con distintos estilos de apego difieren en la forma de buscar y procesar información (Mikulincer, M. 1997) se ha encontrado que las personas con estilo de apego seguro realizan una búsqueda activa de información, siendo abiertos a la nueva información y poseen estructuras cognitivas flexibles, ya que como pueden lidiar bien con la angustia, son capaces de incorporar nueva información, aunque las lleve a períodos momentáneos de confusión; son capaces de reorganizar sus esquemas. Esta capacidad las llevaría a ajustarse de manera adecuada a los cambios del ambiente, a proponerse metas realistas y a evitar creencias irracionales.
Las personas con estilo de apego evasivos, rechazan la información que pudiese crear confusión, cerrando sus esquemas a ésta, teniendo estructuras cognitivas rígidas. Las personas ansiosas-ambivalentes también muestran este comportamiento, pero a diferencia de los evasivos, desean acceder a nueva información, pero sus intensos conflictos las lleva a alejarse de ella.
Con respecto a la relación entre los distintos estilos de apego y la accesibilidad a ciertos esquemas cognitivos, hay evidencias de que las personas con estilos de apego seguro, muestran tener una alta accesibilidad a esquemas y recuerdos positivos, lo que las lleva a tener expectativas positivas acerca de las relaciones con los otros, a confiar más y a intimar más con ellos. Las personas con estilos de apego evitativo y ansioso, muestran tener una menor accesibilidad a los recuerdos positivos y mayor accesibilidad a esquemas negativos, lo que las lleva, en el caso de las personas evasivas, a mantenerse recelosos a la cercanía con los otros y a las personas con estilo de apego ansioso a tener conflictos con la intimidad, pues desean tenerla y tienen intenso temor de que ésta se pierda (Baldwin, M. et al. 1996).
B) Influencia de los estilos de apego en las relaciones interpersonales.
Los estudios han determinado que algunas características que se presentan en las relaciones íntimas que establecen las personas tienen mucho que ver con sus estilos de apego individuales (Simpson, J. 1990).
Las personas con estilo seguro tienden a desarrollar modelos mentales de sí mismos como amistosos, afables y capaces, y de los otros como bien intencionados y confiables; encuentran relativamente fácil intimar con otros, se sienten cómodos dependiendo de otros y que otros dependan de ellos, y no se preocupan acerca de ser abandonados o de que otros se encuentren muy próximos emocionalmente.
Las personas con estilos ansiosos tienden a desarrollar modelos de sí mismos como poco inteligentes, inseguros, y de los otros como desconfiables y reacios a comprometerse en relaciones íntimas; frecuentemente se preocupan de que sus parejas no los quieran y sienten temor al abandono.
Los de estilo evasivo, desarrollan modelos de sí mismos como suspicaces, escépticos y retraídos, y de los otros como desconfiables o demasiado ansiosos para comprometerse en relaciones íntimas; se sienten incómodos intimando con otros y encuentran difícil confiar y depender de ellos.
La construcción del sentimiento de confianza en las relaciones podría ser la condición necesaria para el desarrollo de seguridad, intimidad y relaciones satisfactorias (Mikulincer, M. 1998).
En las relaciones amorosas, la confianza es una de las cualidades más deseadas y una condición necesaria para el desarrollo del compromiso y seguridad, de hecho, puede ser la causa de una disolución en una determinada relación (Kobak, R. & Hazan, C. 1991).
C) Apego y emociones.
Las diferencias en el estilo de apego son asociadas con variaciones de expresión emocional y regulación de la emoción en niños y adultos.
Según los estilos de apego habrían diferencias en la apreciación e interpretación de eventos con componentes emocionales. Así, por ejemplo en situaciones dolorosas, las personas ansiosos-ambivalentes tienen una baja tolerancia al dolor y tienden a responder con miedo y ansiedad siempre que hay cualquier ruptura en su ambiente. Mientras que los adultos seguros y con estilo de apego evitativo, tienen niveles más bajos de atención negativa. Además, los adultos seguros reconocen niveles moderados de dolor, en cambio los de estilo evitativo niegan sentir dolor activamente.
Las personas inseguras se sienten más apenadas emocionalmente que cualquier otro estilo de apego, ya que tienden a ver las situaciones en forma más negativa (Collins, N. 1996).
En un estudio más especifico acerca de las emociones, se examinó la idea de Bowlby acerca del rol crítico que juegan los estilos de apego en la experiencia de ira. Bowlby postuló que la ira es una reacción funcional de protesta a otros y que los apegos inseguros transforman esta respuesta neuronal (ira de esperanza) a una ira disfuncional (ira de desesperación). (Mikulincer, M. 1998).
Las personas seguras tienen expectativas positivas sobre el resultado de episodios de enojo. Estas expectativas se derivan del optimismo hacia ellos y el mundo. En contraste, las inseguras esperarían resultados negativos en episodios de enojo. Esta creencia pesimista se deriva de la falta de confianza que tienen de sus acciones (Carmelley & Janoff-Bulman, citado en Mikulincer, M. 1998a).
Las personas ansioso-ambivalentes, mostrarían mayor propensión a la ira que las personas seguras. Las personas evitativas, experimentan episodios frecuentes e intensos de enojo, y su estilo represivo y su tendencia a presentarse de una manera positiva podría llevar a estas personas a negar cualquier propensión a la ira.
En cuanto a la forma de experimentar la ira, las personas seguras una vez encolerizadas pensarían en resolver la situación y mejorar la calidad de la relación (metas constructivas), expresan su enojo de manera controlada y sin muchas señales de hostilidad; la experiencia de enojo del estilo evitativo y las ansioso-ambivalentes, sería caracterizada por metas destructivas, respuestas desadaptativas y ratos desenfrenados de enojo hostil, sufriendo emociones negativas. (Mikulincer, M. 1998 a).
D) Apego y variables de personalidad.
Shaven y Brennan examinaron las relaciones entre estilos de apego y 5 grandes factores de la personalidad, encontrando que los individuos seguros eran menos neuróticos, más extrovertidos y más conformes que los inseguros, que eran más esquivos, dudosos y ansiosos. Los de apego inseguro eran temerosos y preocupados (Bourbeau, L. et al 1998).
En otros estudios se ha demostrado que los adultos con un estilo de apego seguro tienen más alta autoestima, son socialmente más activos y presentan menos soledad que los individuos con un apego inseguro ambivalente. (Bourbeau, L. et al. 1998).
En cuanto al contexto familiar se ha encontrado que las personas con estilo de apego seguro tenían una evaluación más positiva de la familia de origen y del clima familiar actual, una personalidad más positiva, mayor sociabilidad, dominio, autoestima y empatía.
En otros estudios se ha comprobado que las personas que han tenido un apego seguro, poseen una mejor visión de sí mismas, mejor estructura propia, más organizada, más firme, se perciben a sí mismas de manera más positiva, se sienten más fuertes al enfrentar problemas, son más seguras de sí mismos, al contrario de lo que pasa con las personas que han tenido un apego inseguro (Mikulincer, M. 1995).
10. Papel del padre en la relación de apego
Hasta hace aproximadamente dos décadas, no se ha tenido demasiado en cuenta la naturaleza de las primeras relaciones padre-hijo, ni el impacto que el padre produce en el desarrollo del niño.
El padre facilita el proceso de separación-individuación del niño con su madre (Mahler y Gosliner, 1955), fomentando su autonomía, competencia y fortaleza. El padre, por tanto, es una figura alternativa del apego, especialmente cuando la relación con la madre es problemática. Esa relación problemática y distante con la madre conduce a una relación niño/a- padre más gratificante y positiva.
En la década de los setenta se han publicado numerosas investigaciones en las que se destaca que la relación de apego madre-hijo es independiente de la relación de apego padre-hijo(Grossmann, Grossmann; Hubert y Wartner, 1981; Volling y Belsky, 1992).
El apego padre-hijo contribuye en gran medida al desarrollo del niño, especialmente en lo que se refiere al desarrollo del funcionamiento social y de la competencia exploratoria (Belsky, Garduque y Hrncir, 1984b; Lamb, Hwang, Frodi, 1982; Main y Weston, 1981; Volling y Belsky, 1992).
En diversas investigaciones se ha comprobado que los niños, cuyos padres están frecuentemente ausentes, tienen menos simpatías y gozan de relaciones menos satisfactorias con sus compañeros (Stolz, 1954), al mismo tiempo que presentan un menor desarrollo cognitivo (Pedersen, Rubinstein y Yarrow, 1979), respecto de los niños que gozan de la presencia regular y estable del padre.
Tanto los padres como las madres muestran el mismo grado de competencia en la crianza y educación de sus hijos, aunque difieran sus respuestas específicas a las señales emitidas por ellos (Lamb, 1981).
En la actualidad hay un mayor papel del padre en la educación de los hijos. Investigaciones nos confirman que los niños forman relaciones de apego con sus padres, durante el primer año de vida, llegando a menudo a sentir apego por su hijo durante los tres días que siguen al nacimiento, y que dicha unión durante la infancia, tiene importantes implicaciones para un desarrollo saludable del hijo (Lamb, 1981; Lynn, 1974).
11. La transmisión intergeneracional del apego
La representación mental de los padres sobre sus experiencias de apego en la infancia influye en gran medida en la calidad del apego del niño. Esta organización adulta de las experiencias de apego se convierte en un estado mental relativamente estable, definido como un conjunto de reglas que permiten la organización de la información relevante para el apego, así como obtener o limitar el acceso a dicha información. Lo que se transmite es un estado de la mente que se comunica al niño por la conducta de crianza, especialmente a través de las respuestas a situaciones estresantes.
Fonagy (1991) realizó un estudio prospectivo para ver si las representaciones de apego de las madres antes de que nacieran sus hijos predecían la respuesta a la SE. La predicción fue del 75% en emparejamiento padre/ hijo seguro/ inseguro en 4 países diferentes.
Se observó que la falta de respuesta de la madre al niño durante el primer mes de vida predecía la respuesta a la EAA (devaluador) durante la adolescencia.
En otro estudio la respuesta a la SE se comparó con respuestas a la EAA 16 ó 20 años después. Una respuesta segura hacia la madre en la SE predecía un patrón seguro-autónomo en la adolescencia o en la vida adulta. Pocos niños inseguros se habían vuelto seguros en la juventud, lo que indica la alta estabilidad de los patrones. (Waters, Hamilton y Weinfield, 2000).
Sin embargo, en la muestra de Minnesota ( Waters, 2000) tuvieron lugar situaciones traumáticas entre la infancia y la adolescencia tardía, y no se encontró asociación con la seguridad temprana. Con lo cual se puede concluir con Bowlby (1969) que la seguridad no está totalmente fijada o completamente determinada en la infancia. Por ejemplo, los puntos fuertes y débiles constitucionales deben ser tenidos en cuenta como contribuyentes probables a los estados de seguridad frente a inseguridad en la edad adulta (Main, 1999). Todos los niños son susceptibles a las influencias de experiencia favorables versus desfavorables que pueden alterar su desarrollo evolutivo y, por lo tanto, sus estados mentales con respecto al apego.
12. Apego y salud mental. Sintomatología
Bowlby desarrolló el concepto de trayectorias evolutivas. El comienzo de una trayectoria no determina el resultado final sino sólo el inicio de una serie de posibilidades. La patología es el producto de experiencias tempranas más la acumulación de experiencias positivas y negativas.
El niño no se limita a interpretar la experiencia sino que también la crea. Las expectativas y sesgos provocarán reacciones ambientales autoperpetuantes. Desde esta perspectiva los trastornos tempranos del apego se consideran un índice del inicio del proceso patológico que probablemente lleve a una patología posterior.
Algunos teóricos han propuesto que la relación entre el apego y la patología posterior se debe al impacto de los patrones tempranos de regulación de las emociones ( especialmente el miedo y el trauma) sobre la organización neuronal y los procesos de condicionamiento que dan, por ejemplo, un deterioro de la capacidad para tolerar y manejar el afecto (Schore, 1996).
Se supone que los problemas serán distintos si la vida se enfrenta con una estrategia resistente o evitativa. Los resistentes, fundamentalmente, tendrán dificultades internas, y los evitativos dificultades externas. El niño resistente inhibe la exploración y tiene dificultades para regular el afecto, por lo que será más propenso a respuestas de miedo y a percibirse como más débil e indefenso. Esto puede dar problemas de ansiedad y depresión.
Los evitativos inhiben la vinculación emocional y fomentan un autoconcepto exagerado que lleva al sujeto a centrarse en la satisfacción de las propias necesidades con escaso interés por las de los demás, desarrollando problemas de conducta como la explotación y la agresión.
Los patrones desorganizado y controlador son los más asociados con la agresividad y los problemas de conducta. Hay pruebas de que este tipo de apego en la infancia está relacionado con la presencia de tendencias disociativas posteriores. En general, es un importante factor de riesgo psicopatológico.
13. Propuesta de E.D. Bleichmar
Este autor propone un protocolo de investigación retrospectiva del apego, y nos enumera los siguientes indicadores a tener en cuenta:
indicadores clínicos del vínculo de apego:
búsqueda de contacto físico
búsqueda de contacto visual
sonrisa social
búsqueda de consuelo
búsqueda de compartir la atención
búsqueda de compartir sentimientos
búsqueda activa de compartir la experiencia y bienestar de sentirse acompañados.
indicadores clínicos de ansiedad de separación:
intolerancia ante la soledad
intolerancia ante la separación nocturna
miedo ante los extraños
intolerancia a la escolaridad.
indicadores de apego seguro:
uso de procedimientos para afrontar la separación nocturna
juega solo
puede quedarse solo en su cuarto
disfruta del contacto con otros niños
indicadores del trastorno del vínculo:
control de la presencia, tiranía y maltrato al adulto
temores a la soledad, noche y extraños
preocupaciones angustiosas sobre la vida e integridad física de los padres
rituales obsesivos
desapego.
configuraciones en el juego indicativa de trastorno del apego:
no juega solo
juegos permanentes sobre cuidados a bebés
conducta de maltrato y hostilidad en las narrativas sobre padres e hijos
adherencia diurna a objetos y juguetes
juegos de escondite o búsqueda de objetos, muy reiterados (elaboración de la pérdida)
símbolos de encierro y ataques inesperados
dibujos de personas u objetos unidos
uso repetido de pegamentos, celo, cordeles
14. Aplicaciones clínicas
La psicoterapia orientada al apego puede ser definida como una forma de obtener, explorar, integrar y modificar modelos operativos internos. Bowlby formuló los siguientes principios: “ una gran parte del trabajo al tratar a una persona emocionalmente perturbada consiste en:
detectar la influencia de modelos influyentes de los cuales el paciente puede ser parcial o completamente inconsciente y,
invitar al paciente a examinar los modelos descubiertos y considerar si aún mantienen su validez.”
Mario Marrone utiliza para explicarlo el análogo del ordenador: “ el hecho de que no se pueda ver un programa en la pantalla no significa que no esté instalado en el disco duro. Sólo se tiene que apretar la tecla correcta para activarlo. Algo parecido ocurre cuando se reactiva un modelo operativo latente. El cambio de predominio de un modelo a otro puede ocurrir repentinamente y ser muy rápido.”
Bowlby sugiere que un analista guiado por la teoría del apego intenta, junto con el paciente, comprender cómo las reacciones emocionales, el comportamiento y las predicciones que hace el paciente se basan en múltiples modelos operativos. Al mismo tiempo ambos intentan investigar cómo pueden haberse constituido estos modelos. Este autor indicó que “durante aquellas indagaciones, a menudo se descubre que un modelo, actualmente activo pero en el mejor de los casos de validez dudosa, se hace razonable o incluso completamente inteligible cuando se conocen las verdaderas experiencias que el paciente ha tenido en su trato diario con figuras de apego durante todos sus años de inmadurez. Esto nos lleva nuevamente a la controvertida cuestión de hasta qué punto la experiencia real tiene influencia sobre el desarrollo de modelos operativos del self y de otros” (1973).
Cuando se descubren los modelos operativos subyacentes, a menudo, tanto el analista como el analizado se sorprenden. Es habitual que el paciente reaccione con una emoción genuina, que procede de su verdadero self.
Los modelos operativos internos están emocionalmente cargados. Se forman en el curso de acontecimientos relevantes para el apego y contienen las emociones inherentes a estos acontecimientos. Ya que tienen este componente emocional, su representación deberá estar necesariamente asociada con estas emociones. Por lo tanto, las representaciones dolorosas pueden ser excluidas de la conciencia en forma defensiva. Así la persona se libra de esas emociones dolorosas, pero paga un precio. El hecho de excluir modelos operativos o representaciones de la conciencia obliga a una persona a trabajar en un nivel consciente con un modelo inadecuado de la realidad, lo cual lleva a un comportamiento inapropiado y quizás incluso patológico (Bretherton,1985)
La experiencia clínica demuestra que es más probable que los pacientes estén predispuestos consciente e inconscientemente a redescubrir aquellos modelos representativos asociados a emociones dolorosas cuando se sienten seguros con un terapeuta empático y amable. Cuando esto ocurre y los afectos dolorosos surgen en el contexto de una relación terapéutica mutuamente cooperativa, se refuerza a su vez la alianza terapéutica.
Un prerrequisito fundamental es que la terapia debe constituirse en base segura y el terapeuta en figura de apego, a partir de la cual uno puede atreverse a explorar y descubrir aspectos sobre uno mismo que son dolorosos de aceptar. Las condiciones necesarias para un apego seguro son:

disponibilidad: afectiva y física
sensibilidad: empatía o capacidad para leer las emociones del otro.
Función reflexiva: capacidad para reflexionar sobre los estados subjetivos del otro, sus motivaciones.
Así que una terapia orientada desde el apego buscará mejorar estas condiciones en la figura de apego.
15. Bibliografía
“La Teoría del apego. Un enfoque actual.” Mario Marrone. Ed. Psimática
Revista de Psicoanálisis “Aperturas psicoanalíticas hacia modelos integradores”. Julio 2001. Nº 8. Artículo de Mary Main “Las categorías organizadas del apego en el infante, en el niño y en el adulto: atención flexible versus inflexible bajo estrés relacionado con el apego.”
Revista Interpsiquis. 2001 (2). Artículo de Jacobo Cano de Escoriaza “ La sensibilidad parental: elemento importante en el desarrollo del vínculo afectivo.
Apuntes sobre la Teoría del Apego de Montserrat Vicente Garriga (U.S.M. Infanto-juvenil de S. Andres . Murcia )
“Teoría del Apego en cómo este tipo de relación incide en el desarrollo de estrategias de afrontamiento”. Ariel Kalejman. En http://psicologialatina.com/?q=s-apego
Anales de psicología. 2001, vol. 17, nº 2 (diciembre), 159-170. Artículo de Sagrario Yárnoz “Apego en adultos y percepción de los otros”.
“Apego. Una monografía realizada por Rosa Gayó” (1999) en http://www.udec.cl/-ivalfaro/apsique/soci/apego.html.
“Protocolo de investigación retrospectiva del apego en la clínica infanto-juvenil”. E.D. Bleichmar.

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